La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El Conde de Yorkshire. Capitulo 1

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Snarry_Love20
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MensajeTema: El Conde de Yorkshire. Capitulo 1   El Conde de Yorkshire. Capitulo 1 I_icon_minitimeMar Oct 23, 2012 1:43 pm

Título: El conde de Yorkshire
Autor: Snarry_Love20
Categoría: Libros, Harry Potter
Personajes: Harry Potter, Severus Snape
Resumen: Un conde con el corazon roto sufrira la ira de su detestable tio con la inesperada ayuda del hijo de la que fuera su ex mujer. ¿Los unira el destino o los separara? En respuesta al Día Internacional del Snarry y como Regalo de cumpleaños a mi beta MeiYua, quien me ayuda a correguir mi fic.
Género: Romance, Aventura
Clasificación: PG
Advertencias: AU=Universos Alternos, Chan=Adulto/Menor, Mpreg=Embarazo Masculino

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Capítulo 1. Momentos Difíciles

El conde estaba al borde de la muerte, a sólo momentos de ser velado. Nadie habría podido negar que la mayor parte de su larga vida hubiera sido plena. Albus Dumbledore de Snape contaba ya con 98 años y una cuantiosa lista de logros, entre los que se incluían: sus amados hijos, Benjamín de 60, Christopher de 40, Lysander de 20 y los gemelos Bellatrix y Severus de 12.

Los mayores, ya casados y con hijos, habían combatido las epidemias del país con importantísimos descubrimientos científicos. El tercero de ellos, se destacaba en la política como el más joven en el consejo de su majestad, la reina Victoria, así como uno de los principales artífices de la industrialización. En cuanto a los más jóvenes, se veían a distancia sus proezas en el ámbito de los negocios y la medicina. Albus se sentía muy orgulloso de ambos y, ciertamente, lamentaba tener que dejarlos tan pronto, sobretodo porque sólo lo tenían a él. Su esposo, el conde Tiberius Snape-Prince, hijo de Lady Eileen y Lord Tobías, falleció tras una revuelta del pueblo cuando los gemelos tenían 3 años de edad. Albus echaba de menos a su pareja, pero lamentaba más que sus amados retoños no tendrían su apoyo cuando lo necesitaran.

Albus era un hombre cariñoso, firme, un tanto manipulador y sabio. Había hecho importantes avances económicos, políticos y médicos al servicio de la realeza y el pueblo, lo cual fue el enlace para crear la unión de su linaje con el de su esposo. Además, claro está, ganó un buen nombre y una vasta fortuna. Parecía una injusticia que, justo cuando sus hijos lo necesitaban más, se fuera a morir por una simple pulmonía. O eso creía él, como todos le recordaban. Lamentablemente, el amable anciano le restaba importancia a sus dolencias para no hacer sufrir a sus pequeños. Pero no podía hacer mucho en realidad, se notaba a leguas el deterioro por la avanzada edad y los cada vez más destrozados pulmones, unos que habían aguantado no sólo los crueles climas invernales del país, sino también soportaron tabacos y licores, de toda calidad, desde una edad temprana.

Severus miró por última vez el rostro de su hermana anegado en lágrimas, para luego posarse sobre el lecho de su agonizante padre. La recepción, a petición del moribundo, se llevaba a cabo en su propio cuarto, por eso, sólo estaba la familia, unos pocos amigos y el cura para la extrema unción. Una habitación bastante más grande que lo habitual y bellamente decorada, ahora con tonos oscuros, y muebles de la más fina calidad. A Severus le gustaba ese cuarto y, junto hermana Bellatrix, solía colarse allí para dormir cuando nadie estaba para vigilarlos. Era el cuarto que, en épocas pasadas, Tiberius y Albus compartieron antes de ser padres.

—Papá… ¿me escuchas? —susurró el joven de ojos negros.

—C-Claro, mi niño. ¿En qué puedo ayudarte? —pronunció con dificultad el hombre de los penetrantes ojos azules.

—¿Te sirvieron los calmantes?

—Por supuesto, son muy buenos. ¿Dime, Sev, tus sobrinos ya salieron?

—Sí, Lady Lucinda los llevó a mi cuarto para que durmieran y descansaran.

—Pobres niños, tener que ver a su abuelo en este estado… Cuan afortunado es Christopher por tener a tan maravillosa mujer.

—Ciertamente…

Severus lamentó que sus sobrinos, de 13, 10 y 7 años, pasarán por esto. Y también se lamentó por su hermana y por él.

Un nuevo silencio se extendió por el cuarto, mientras que la esposa de Benjamín, Alma, era consolada por su hijo menor, Malcolm de 27 años. Sus hermanos Cyrus de 43 y Joseph de 39, trataban de contener a su padre quien no parecía sostenerse por sí mismo debido al dolor y la conmoción. Por otro lado, Lysander y su pareja, la encantadora y alegre señorita Lorelay Richardson, sollozaban uno en brazos de la otra.

El mejor amigo de Albus, Sir Rupert Blue-Portts de 97 años trataba de no temblar demasiado mientras vertía té en su pequeña tasita. Al otro lado de la alcoba, el barón Patrick Willows de 58 años, también amigo del moribundo, suspiraba derrotado al lado de la chimenea, mirando ausente las llamas de fuego. Junto a él se encontraba su colega de negocios, el duque Dimitry Menfflieth, de 63 años de edad, deslizando tristemente su arrugado dedo por la cubierta de un viejo libro de finanzas. Cerrando el panorama, se encontraba Bellatrix. Miraba aprensiva al viejo cura Thorton, mientras le daba esperanzas de reencontrarse en el paraíso. El ministro de ceremonia de la Iglesia, portaba un pulcro atuendo, evidenciando su seguridad en la fe. Severus no la tenía, y estaba seguro que no existía ningún Dios, por que de ser así seguro que era un ser bastante cruel por quitarle al único padre que le quedaba.

—Severus, mi muchacho, quiero que me prometas una cosa —resonó la voz moribunda de Albus.

—Sí, padre. Lo que sea.

—No dejes que tu inseguridad de confiar en los demás te impida ser feliz.

—Te lo prometo, padre. —Severus tomó la mano de su progenitor, justo cuando aquel brillo que lo caracterizaba abandonaba sus ojos azules, esos que sus hermanos mayores heredaron.

Albus Dumbledore de Snape acababa de exhalar su último aliento.

****

Desde aquel doloroso suceso, que fue la muerte de su padre, transcurrieron unos veinte años en los que la vida había golpeado a Severus de variadas maneras. Sin embargo, entre ellas había cosas buenas. Los hechos más destacados fueron tres: su gran éxito con la investigación sobre química y bioquímica, su boda con Lily Evans y, hay que decirlo, su posterior divorcio a causa de la infidelidad. Esto último fue la peor de todas, pues había creído que su amada esposa, dulce y gentil como pocas, no sedería a los deseos de James Potter, su arraigado enemigo de estudios, un hombre que se la había jurado desde que la muchacha lo rechazó. La lujuria era su motor de vida, a pesar de su intachable valor y lealtad, siempre y cuando se tratara de la familia y los amigos íntimos. La encantadora conquista fue tan eficaz que pudo, en poco tiempo, tener a la Condesa Snape en su cama. Y no sólo la tuvo en sus brazos, sino que también la embarazó.

Unos meses después del divorcio Harry Potter vino al mundo.

Severus nunca se cruzó con el padre o el hijo en poco más de veinte años, y mucho menos con su ex mujer. Sin embargo, se mantenía medianamente al tanto de la vida de ellos. Su mejor amigo, el Marqués Lucius Malfoy, era el dueño de la casucha que Potter alquilaba para su amante e hijo. Así fue como se enteró de que el muy desgraciado no había querido reconocer al chico, y si no fuera por los ruegos de sus ancianos padres el niño no estaría registrado. También se enteró que mantenía a la mujer y a su vástago con lo que se mantiene a un burro de carga: en una casucha que se venía abajo y a sólo pan y agua.

Esto era tan humillante e hilarante, como alarmante y horrendo. Severus se alegraba de pasarle a la mujer —por medio claro de un tercero, para que ella no lo supiera— el suficiente dinero como para alimentarse a sí misma y a su hijo. Uno que en esos días estaría próximo a cumplir los 18 años, listo para salir al mundo y mantener por sí mismo a su desafortunada madre. Aunque él dudaba que el muchacho lo consiguiera, ya que no tenia tutor que le enseñara ni lo mínimo en educación. Severus había querido ayudar a su ex mujer, pero sus constantes viajes y los planes que su Majestad le encomendaba, le dejaban poco tiempo en Londres y, en ciertas ocasiones, en el país.

—¿Señor Conde? Tiene una carta de su tío, amo. —lo sacó de sus cavilaciones, su sirviente Peter.

—Bien, retírate. —le respondió despectivamente, quitándole el sobre de entre las manos, a lo que el pequeño hombre, con apariencia de rata, sólo asintió temeroso, reverenciándolo al marcharse del recinto.

—Odio a ese lacayo. Tienes que despedirlo. —reprochó la voz suave y arrastrada del Marqués Lucius, sentado al otro lado del escritorio.

—Le prometí a su vieja madre que le daría un techo. Y yo nunca falto a mi palabra. —contestó imperturbable el Conde.

Ambos se encontraban en el estudio personal de la Mansión Snape, a las afueras de Londres.

—Es extraño que lord Voldemort te escriba, suele evitarte lo más posible.

—Pero, lamentablemente para ambos, tiene que hacerlo cada que tiene uno de sus «proyectos» en los que requiere mi aprobación y dinero. —respondió irritado e iracundo.

—¿Aún no vas a darle libre albedrio? —cuestionó asombrado.

—Él no es el legítimo heredero de la fortuna Snape, por más que sea hermanastro de Tiberius, mi padre.

—Supongo que esperara paciente a que te mueras. Esa es la única forma en que puede tener tus posesiones, ¿verdad?

—Exactamente.

Ese era un tema por demás molesto para el astuto hombre, ya que sospechaba que tras sus «pequeños» accidentes se encontraba la mano de su tío Voldemort Riddle. Severus se preguntaba hasta cuándo sería victima de la codicia de ese cruel y desalmado hombre, que ni siquiera lloró la muerte del hermano que supuestamente adoraba.

Severus volvió su atención a la carta y, poco a poco, fue perdiendo el casi nulo tono rosado de su rostro generalmente serio, al tiempo que su expresión facial se tornaba en ira, asco y miedo. Al terminar tendió la masiva a su amigo, se levantó de su lugar y, a pasos veloces, salió del cuarto como alma que lleva el demonio.

Lucius sin entender la conducta tan poco usual, leyó la arrugada carta escrita con una letra siniestra pero pulcra y sin errores.

Querido sobrino:

Ante la falta de comunicación entre ambos, me complace saludarte cordialmente desde mi humilde corazón, y permíteme ser tan deliberadamente abierto al preguntar sobre tus afectos personales. Estoy seguro que te sorprende saber de mí, en forma tan informal y desinteresada.

Debo decirte, de todas maneras, que no es muy grata mi intención de comunicarte los hechos ocurridos recientemente con respecto a una mujer en particular. Una que conoces muy bien.

Se trata de la encantadora Lily Evans, la infiel e ingrata por la cual James Potter se me negó. Estarás al tanto, seguro, de mi reciente venganza contra ella.

Si no es así, pasó a informarte:

Ella fue bellamente torturada, violada y golpeada por mis amigos, Lord Crabbe y Goyle. Desafortunadamente para mi disfrute, murió hace apenas unas horas.

¿Crees que podrías pasarme la dirección de la casa de la muchacha? Tengo entendido que tiene un hijo muy bello, que seguro podrá aguantar más que su impura y asquerosa madre.

Espero paciente y anhelante tu respuesta.
Se despide atentamente tu tío Voldemort.

Lucius tiró la carta al suelo por la impresión, para unos segundos después correr al encuentro de su mejor amigo e impedir que ocurriese una desgracia.

****

Estaba tan angustiado, tan preocupado hasta puntos insospechados. Su querida madre hacia días se había salido del hogar en busca de comida y no regresaba. El casero ya estaba que mordía y él aún tenía ese mal presentimiento bien arraigado en su pecho.

Harry Potter era su nombre. Era un chico de corta estatura y muy delgado; extremadamente dulce, gentil y amable; en definitiva un joven amoroso y aventurero. No se puede negar lo inquieto y algo atrevido que era en ocasiones, al igual que testarudo como él sólo y frío con las personas que ofenden a su familia. Tenía 17 años, ojos de un vivaz color verde esmeralda, cabello un poco largo y despeinado de color azabache, era bastante menudo para su edad y poseía una tendencia a meterse en enormes problemas con mucha frecuencia.

Ese día se había levantado temprano para conseguir dinero limpiando chimeneas y poder comprar un buen remedio para su madre, que andaba muy enferma de la garganta. Sin embargo, la suerte no parecía querer sonreírle, ya que de las diez chimeneas «limpiadas» sólo dos le pagaron. En tres había tenido la mala suerte de romper el tubo y ensuciar el salón de sus dueños al tratar de reparar el daño; en otro el amo de la casa se lo quería llevar a la cama por lo que, con toda intención, le pegó una bofeteada y escapó por los pelos, temeroso de represalias. En otras tres, el recipiente donde tenía la pintura y el limpiador se mezclaron, dañando no sólo la chimenea, sino también rompiendo sus dos cepillos. Los dueños lo sacaron a patadas de sus propiedades. Y en otro más, le tocó una familia judía, y justamente estaban en esa época en donde no debían tocar dinero, así que no le pagaron por su servicio.

Afortunadamente en las dos últimas si le fue bien, pero no era mucho tampoco.

—En fin —suspiró resignado, sin darse cuenta del inusual carruaje que esperaba enfrente de su casa—, si tengo un poco de ayuda del señor Weasley podre entrar al taller y tener un sueldo fijo.

Aunque no estaba tan convencido de esto último el joven, sucio desde los pies hasta la cabeza de hollín, se acercó a la entrada y penetró en la oscura estancia que era su pequeño saloncito. Dejó a un lado las cosas que cargaba en la estancia, envueltas en sabanas para que no ensuciaran, y fue al diminuto patio para limpiarse con agua del tanque la cara toda negra.

Mientras caminaba, unas siluetas ocultas de la vista se le iban acercando por detrás sin hacer el menor ruido.

Harry remojó sus manos y, juntando sus palmas, llevó a su rostro un poco del líquido. Cuando levantó la cara, Harry ya se veía más limpio. Sus ojos, nariz y boca, ya libres del hollín, percibían el aire limpio con satisfacción.

Justo cuando estaba por volver a remojarse para quitarse lo que le faltaba, unos brazos enormes lo tomaron de las muñecas y cintura.

Harry pegó un grito por el susto, y gruñó:

—¡Suéltenme!

—Tranquilo chico, soy Lord Vincent Crabbe, y voy a llevarte con Lord Voldemort Riddle. Siéntete honrado de que tan importante hombre se fije en una ratita como tú.

—Ciertamente los rumores son falsos, ¿de dónde este muchacho es «bello»? —comentó despectivo el otro hombre, con una voz ronca.

—Gregory, nos vieron la cara…

Los dos hombres levantaron al chico, le taparon la boca con un pañuelo y se dirigieron a la salida. Estaban por abrir la puerta cuando esta se abrió de golpe, revelando otras dos figuras: una era alta y de ropas negras, la otra era igualmente alta e iba ataviada de verde, con algo dorado en la cabeza. Eso es lo que creyó ver Harry, ya que sus pobres lentes acabaron rotos por el forcejeo al tratar de escapar de los matones. Sin embargo, los dos enormes gorilas humanos veían perfectamente y sabían muy bien quienes eran los recién llegados.

Lord Gregory Goyle, que se encontraba más cerca, fue el que desenvainó su espada y se lanzó a atacar. Severus, ágil espadachín, esquivó rápido el ataque para contraatacar al mismo tiempo en que Lucius se lanzaba a embestir contra Crabbe y así liberar al chico. El enorme brazo del hombre estrujó al muchacho contra el pecho gordo, al tiempo que el otro brazo envainaba la espada, tratando de derribar a su oponente.

Harry trató con fuerza de sacarse de encima al secuestrador justo cuando Lucius le enterró la punta de la espada en el hombro al regordete lord Crabbe. Corriendo como alma que lleva al diablo, salió de la casa mientras Severus —que había dejado inconsciente a Goyle al golpeando su enorme cabeza con el mango de su arma— subía a su caballo y volteaba a ver a Harry, extendiéndole su mano libre.

—¡Rápido, chico! Tenemos que irnos ya…

Harry lo miró a los ojos y percibió la sinceridad de sus actos, así que, confiando en su instinto, le tomó de la mano y montó tras el oscuro hombre. Momentos después se encontraban cabalgando hacia las afueras de la ciudad con Lucius siguiéndolos.

****

Unas horas más tarde, Severus estaba tomando un vaso de licor junto con Lucius en el saloncito de su cuarto. Habían traído al joven Harry a la Mansión Snape una vez que lograron despistar a los secuaces de Voldemort. El chico les había dicho que lamentaba haber golpeado al abusador del señor Dursley, pero se tranquilizó cuando los adultos le dijeron que lo que estaba aconteciendo no tenía nada que ver con ese hombre. No obstante, a Severus le encantó mandar a arrestar a Vernon Dursley por tan vil comportamiento, ya sea por Harry o por algún desdichado muchacho que tuvo que soportar los tratos pedófilos de ese energúmeno hombre.

Severus estaba en esa cavilación cuando la puerta del cuarto en el que se hallaba fue tocada. Lucius le palmeó el hombro trayéndolo de vuelva a la realidad. Con un movimiento de cabeza, Snape se despejó de los triviales pensamientos en su mente y se levantó de su asiento. Al abrir la puerta se encontró de cara con su hermosa hermana Bellatrix. No pudo evitar mirar sus largos cabellos, tan negros como los suyos pero ondulados en lugar de lacios bien arreglados y brillantes. Sus ojos eran negros con tintes azules, nariz más sofisticada que la suya, y sus labios en esos momentos contenían una enorme sonrisa. Su figura era delgada y elegante, e iba ataviada con un exquisito vestido de color violeta.

Venía acompañada por su esposo: Rodolphus Lestrange.

—Todo está en orden —anunció con una voz imperiosa—. Los papeles los tiene ya listos mi marido aquí presente —cabeceó en dirección al hombre alto, pelirrojo y con porte elegante—, y mis hijas ya hicieron bañar y cambiar al joven. Te está esperando en el cuarto que le asignaste.

—Perfecto, iré a hablar con él. —carraspeó nervioso y besó la mejilla de la mujer para luego decir—: Gracias, Bella…

—Se delicado, Sev —le aconsejó preocupada—. Recuerda que perdió a su madre.

—Claro, por supuesto. —y abandonó su recamara, en pos de que Lucius se encargaría de los papeles mientras él hacia frente al joven.

Aunque, si era sincero consigo mismo, le quedaba claro que no sabría que debía decirle o como debía encarar la situación, pero si había algo seguro es que no dejaría pasar ni un minuto más. Tenía miedo de enfrentarse cara a cara con la idea de que llegara a odiar al muchacho, pues sabía que no era su culpa tener una madre y padre como los suyos. A veces lamentaba que en algunas situaciones no pudiera sacar su lado más severo a causa de su hermana y sobrinos, que no dejaban que se sumergiera en su odio y amargura.

«Vamos, vamos, Severus… Eso ni tú te lo crees. Agradeces tener esas maravillosas personas apoyándote, sin ellas no serias quien eres.» le recriminó su conciencia.

—¡Ah! ¡Lo qué me faltaba! —se mofó de si—: Hablo conmigo mismo. Muy lindo, a lo mejor tengo suerte y me encierran en un hospital.

Severus no sabía cómo tratar con Harry, no lo conocía y empezaba a creer que sería como tratar con James Potter. A pesar de todo, guardaba la esperanza de que se pareciera a su madre en el aspecto de ser más calmado y que así no se pusiera a gritar en cuanto le contara de la verdad.

—¡Peter! ¿Qué es lo que haces? —rugió mirando la espalda encorvada del hombre ratón.

—¡Amo! —se enderezó—. Lo siento, es que se me cayó al suelo el plumero y la señorita Hermione lo pateó sin querer debajo de la mesita —dijo al tiempo que señalaba la mesa ratona al lado de la ventana en donde descansaba el florero favorito del difunto padre del conde Snape.

—¿A dónde fue mi sobrina?

—Muy amablemente me fue a traer otro, aunque yo le dije que no hacía falta porque podía agacharme a buscarlo.

—Bien, hazlo. Pero luego ve y pide a mi querida niña que venga a verme más tarde.

—Sí, amo. —murmuró y lo reverenció, para acto seguido inclinarse a seguir buscando el dichoso plumero.

Severus emprendió la marcha nuevamente, pero no había caminado mucho cuando ya se encontraba frente a la puerta de la habitación que él había mandado a preparar para la estadía del hijo de su ex esposa.

Respiró hondo y tocó. Una dulce voz algo aniñada le dio permiso de entrar al poco rato, y al pasar la imagen que lo recibió fue la de un bellísimo joven que lo miraba ansioso.

—Soy Harry Potter, señor Conde. ¿Por qué estoy aquí?








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MensajeTema: Re: El Conde de Yorkshire. Capitulo 1   El Conde de Yorkshire. Capitulo 1 I_icon_minitimeMiér Sep 02, 2015 12:05 pm

oooohhhh me ha encantado como Severus fue ayudar a Harry del desvergonzado de Voldy, me aparecido una crueldad lo que le ahn hecho a Lily, por mucho que engañara a Severus creo que lo que le hicieron fue muy cruel, pues a ver ahora que pasa como se comportara Severus con Harry y como tomara este la desgracia de su mamá.
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